Cuando Triplemelon te invita a un viaje, olvídate de itinerarios bonitos, olvídate de días relajados. Esto va de vivir al límite, de improvisar, de lanzarte a lo desconocido con gente que apenas conoces y que en menos de 24 horas ya parecen tu tribu. Un viaje que empieza con "¿Qué es lo peor que puede pasar?" y termina con anécdotas que no puedes contarle ni a tu abuela. Esto fue Cantabria, esto fue un fin de semana de adrenalina y caos controlado. Prepárate, porque estos no frenaron.
Día 1
La casa estaba ahí, con su aire tranquilo, frente al mar, como si no supiera que estaba a punto de ser tomada por un grupo de desconocidos con cero intención de quedarse quietos. Llegamos uno por uno, nombres nuevos, miradas curiosas, pero la vibra era clara: esto no iba a ser un viaje normal. Los de Triplemelon nos recibieron con una charla rápida sobre su filosofía, pero lo que nos quedó claro fue el mensaje: deja de hacer lo que el mundo espera de ti y empieza a vivir como tú quieras. Challenge accepted.
Sin perder tiempo, arrancamos con una caminata por los acantilados. Y vaya acantilados. Caminamos sobre rocas que parecían sacadas de una película de acción, con el mar rompiendo abajo como si intentara impresionarnos. Alguno que otro se resbaló por el campo, pero no importaba, echamos unas buenas risas. El sol se iba escondiendo, y se empezaba a notar el frío. Cantabria en estado puro, y nosotros con ganas de todo.
Cuando volvimos a la casa, algo mojados por la leve lluvia y las zapatillas llenas de barro (eso sí), nos esperaba una cena improvisada. Aquí nadie era chef, pero con unas cervezas y buena música, cualquier plato sabe mejor. Para cuando las luces se apagaron, ya no éramos desconocidos. Éramos un equipo. Bueno, un equipo algo desordenado, pero equipo al fin y al cabo.
Día 2
El día 2 empezó fuerte. A las 8 de la mañana, ya había tres valientes tirándose a una piscina helada como si estuvieran compitiendo por ser el próximo Bear Grylls (El último superviviente). Yo no fui uno de ellos. ¿Tirarme en enero al agua en Cantabria? Paso. Pero no voy a mentir, fue divertido verlos salir temblando como hojas, jurando que “estaba genial” mientras sus caras decían lo contrario. Pero se volvieron a tirar una 2ª vez, todo hay que decirlo.
El siguiente plan: montar a caballo en la playa. ¿Suena idílico? Sí. ¿Fue idílico? Bueno, en parte. Lo cierto es que ver a un grupo de urbanitas intentar conectar con caballos que parecían tener más personalidad que nosotros fue una película en sí misma. El mío decidió que caminar era aburrido y se puso a correr sin avisar. Grité como si estuviera en una montaña rusa, pero al final, lo disfruté. Esa mezcla de miedo y euforia es adictiva, ¿no?
Por la tarde, nos esperaba la playa. No para descansar, claro, sino para sentir el viento arrancarte la capucha mientras las olas parecían querer tragarnos. Pero no importaba. Estábamos ahí, haciendo juegos y riendo todos en medio de la naturaleza, pasándolo en grande.
La noche llegó con una fiesta que solo podía salir bien. ¡Trajeron un DJ a la fiesta! Pusieron luces de discoteca y algunas copitas nos tomamos, no vamos a mentir..., y nosotros, bailando como si no existiera un mañana. Hubo gente que acabó tirándose a la piscina otra vez, ¡a las 2 de la mañana! (¡en serio, ¿qué pasa con esa piscina?!). Fueron unas risas increíbles. Y cómo no, por 2ª vez fue el de Triplemelon el que se tiró.
Día 3
El tercer día nos guardaba lo mejor. Surf. Para muchos de nosotros era nuestra primera vez. Triplemelon nos organizó una clase con un monitor para que pudiéramos surfear todos. Para mí, era mi primera vez. El neopreno no hacía mucho contra el frío, pero la adrenalina se encargó del resto. Me comí una ola tras otra, pero en alguna logré mantenerme de pie aunque fuera por dos segundos. Esto no era solo surf; esto era pura vida.
Y cuando pensábamos que ya nada podía superarlo, llegaron los Jeeps. No eran para un paseo bonito por el bosque. No. Eran para atravesar caminos llenos de barro, subir pendientes, esquivar árboles, ... Fue un buen rato.
Cuando regresamos a la casa, tocaba despedirse. Maletas llenas, cuerpo agotado, pero corazones a tope. Habíamos empezado como desconocidos y terminamos como una especie de familia disfuncional. Porque eso es Triplemelon: no se trata de ropa, no se trata de viajes, se trata de una forma de vivir. De hacer que cada experiencia cuente. Y esto fue solo el principio.
Aprendí que Triplemelon es para todos los que están dispuestos a exprimir cada segundo de su vida, para los que buscan experiencias que se recuerden toda la vida. No importa si eres el primero en tirarte a la piscina o si prefieres observar con una taza de café caliente en la mano: lo único que importa es que tengas ganas de vivir, de reírte, de conectar y de aprovechar cada momento. Si eso resuena contigo, formas parte de Triplemelon. Sabemos que están organizando muchos planes increíbles que podamos reunirnos todos así que... ¡No te quedes fuera!